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Autoreferente
En cualquier momento en que la gente comience a hablar acerca del "bien" y del "mal", el contexto del tópico se vuelve personal. Se habla acerca de miedos personales como si ellos fueren absolutos, como el concepto acerca de que dios mismo desaparecería si un individuo muriese; este es el solipsismo obligado en aquellos que no pueden o temen mirar en la perspectiva amplia. Pensamiento personal de este tipo niega al mundo como un todo, incluyendo a sus intrincados mecanismos que nosotros vemos como un ecosistema, pero que somos inconscientes que este nos incluye también, "desde dentro", así como si estuviesen basados en fuerzas externas que influencian nuestra supervivencia. Hay mucho en este párrafo, así que resumámoslo: la moralidad bien/mal es personal porque refleja miedos personales, esto es, "podría ser muerto", por tanto haciendo del acto de matar un tabú - sólo entonces el individuo se siente seguro, aunque si alguien intentase romper ese tabú, el individuo igual terminaría muerto. El orden del mundo siempre apoyará el matar, simplemente porque puede pasar; la moralidad es un intento de negar esa ocurrencia, como una verdad nerviosa entre pandillas. Nos hace sentir mejor el pensar que el acto de matar "no debiese" ocurrir, pero aún así sucede, así que actuamos con creciente retribución en contra de los que matan. Esto sucede al punto donde nosotros nos vemos dispuestos a matar y, ya que esto ofende nuestra psicología, inventamos elaboradas justificaciones para cuándo el matar debiese ocurrir (derecha) o nos volvemos pacifistas, negando la obvia necesidad de la autodefensa y, por tanto, nos volvemos pasivos y por siempre enojados con el mundo por ponernos en esa situación (la izquierda). Que cada sociedad en la Tierra se haya hasta hoy dividido fundamentalmente en estos estados, los liberales que se enfocan más en la santidad de la vida individual para justificar su pasividad contra los conservadores que se concentran mas en la remoción ritualistica del Otro, debería mostrarnos cómo este camino no sólo es humano, sino endémico a cualquier grupo de seres pensantes y autónomos; es una de las elecciones fundamentales acerca de cómo uno ordena una civilización, uniendo perspectivas/vidas individuales en una fuerza colectiva. Presionado, hasta el liberal más extremo admitiría que hay momentos en que la fuerza es necesaria: un invasor, un violador, un camión botando desechos tóxicos en un río. Respetamos a Gandhi porque él negaba esto enteramente y sugería una ultra-pasividad, o compromiso hacia la no-violencia, pero esto es inútil en el sentido práctico: nuestra sabiduría animal interior no respeta a la persona que observa mientras su familia es violada, a un país que no repela a sus invasores o a aquellos que no dispararían con precisión para detener el irrevocable envenenamiento de un río. Sin embargo, cada vez que consideramos a la fuerza en lo abstracto, nuestros miedos personales salen a la luz: ¿qué si se aplicara a mí? Si no tenemos nada por qué vivir, excepto el individuo, esta es una gran tristeza para nosotros, como la muerte de Dios; nuestros mundos personales, en su totalidad, desaparecerían y, ya que vemos el mundo solo a través del individuo, para nosotros es como si el mundo mismo muriese. Aquellos con ingenio suficiente como para vivir para más que para ellos mismos pueden contentarse con saber de la supervivencia de la familia, el arte o los paisajes naturales, pero estos están en la minoría. Esta es la diferencia entre ver el mundo-como-individuo y ver el mundo-como-un-todo. En este último caso, no pensamos sólo en nosotros mismos, sino que nos vemos a nosotros mismos como el resultado de un proceso continuo de vida que puede ser tomado como un todo. Algo ocasionó el origen del universo, aunque esto haya sido algo interno, y posee leyes naturales que continúan el proceso de la vida incluso más allá de la existencia de los seres humanos. Cuando vemos el mundo no como una ciudad, o un grupo social, o incluso un planeta, sino como un orden cósmico, finalmente tenemos la perspectiva amplia de ver dónde nosotros (pequeños pedazos de carne parlante) encajamos. A partir de este miedo y no del buen sentido de diseñar un lugar plausible para nosotros en este orden cósmico, creamos los principios absolutos que llamamos "moralidad", que disfrazamos de la voluntad de "ayudar a otros" para ocultar nuestro egoísmo e inseguridad interna. Cuando esto se transforma en práctica común, la civilización en rededor entra en su etapa final, cuando conceptos imprácticos como la "libertad" (esclavitud a sueldo), la "libre expresión" (excepto por lo que ofenda), la "felicidad" (vacía persecución de riquezas) y el "lujo" (habilidad para ganar mejores bienes y servicios que complazcan el gusto de las masas) comienzan a ser manejados con el mismo tono de voz reservado para la moralidad. La sociedad, a este punto, se ha comenzado a perder a si misma para satisfacer los propósitos de las masas egoístas: la mayoría de la gente comienza a pensar egoístamente y, actuando juntos, crean un imperio degenerado que es, en su esencia, parasitario. Sin guardar relación con conspiraciones derechistas, judías, masónicas o corporativas, aquellos males surgen por las aberturas creadas por la degeneración de la sociedad como un todo. Esa es la naturaleza de la falta de unidad, aquella que empieza con la inestabilidad personal y que surge hasta llegar a ser un nivel religioso de dogma; la gente cesa de prestar atención a la tarea de sobrevivir y se enfoca completamente en sus propios deseos, que comúnmente no están de acuerdo con los mejores intereses de la sociedad y del orden cósmico (los deseos "personales", por su propia naturaleza, son cosas prohibidas para la mayoría por razones de exceso o destructividad). La gente deja ya de mirar hacia lo que es correcto y en vez mira hacia lo que es "correcto" de acuerdo a su misticismo personal y, como resultado, los aspectos más finos de la civilización - arte, filosofía, arquitectura - degeneran hacia el funcionalismo al no haber preocupación por lo que es bueno en un sentido global. Sólo hay preocupación por la importancia personal y la ganancia monetaria. Interesantemente, pensadores tanto de izquierda como de derecha están de acuerdo en que la preocupación excesiva por la riqueza y la individualidad causan una depilación de todos los esfuerzos colectivos y ambientales. Aun así ambas partes están atadas de manos, al ser el sentido absoluto de la identidad personal una parte fundamental de sus filosofías. La triste verdad de la psicología humana es que no podemos descubrir más de ella mirando hacia nuestros interiores, sino mirando fuera de nosotros: nuestra psicología está completamente conformada por el tipo más amplio de experiencia, aquella en la que uno nace como ser autónomo que debe adaptarse a su medio ambiente. Todos nuestros impulsos, incluída nuestra perspectiva espiritual innata, son adaptaciones que tienen sentido al ser interpretadas de manera correcta. Por supuesto, ya que estos son pervertidos por una sociedad del ego, la mayoría de nosotros en toda una vida no los hemos visto en forma sensata, excepto en breves ojeadas en las biografías de los artistas famosos. Puesto que la enfermedad ha penetrado tan profundamente, esta ha deshecho a la gente hasta el punto de que ellos no se miran a sí mismos con reverencia, sino que dedican toda su atención a baratijas tangibles, como el dinero, la popularidad y la novedad, así como a la antiquísima actividad de manipular a otros para evitar el aburrimiento. Darwinismo total. ¿Por qué nos debería importar si nuestra civilización, nuestra raza o incluso nuestra especie fracasa? Después de todo, probablemente viviremos vidas cómodas y después de eso, el problema pasa a ser de otro. Mi respuesta a esto es doble: nosotros disfrutamos el vivir y, por tanto, nos hacemos daño cuando actuamos en contra de la gran fuerza de la vida y nos retraemos en nosotros mismos y, además, si creemos que todo está perdido para el futuro, no hay nada más por que vivir excepto deseos transientes que en definitiva no nos mantendrán fascinados por mucho tiempo. Seremos como los residentes espectrales de las casas de reposo, obcecados con la televisión y el alcohol, empapados en el lujo de toda una vida de acumulación de riquezas y, sin embargo, completamente sin un significado firme en nuestras vidas. Este envejecimiento prematuro ya se puede ver en nuestra juventud, cuyos miembros viven para los excesos breves y que después se establecen en un estado de batida impotencia, llorando por días pasados y, no obstante, caminando obediente y pesadamente hacia una existencia en la que no creen. Al estar formulando su naciente teoría de la evolución, Charles Darwin observó cómo fuerzas externas (inherentemente, tal como estas influencian nuestra psicología) conforman las especies al eliminar rasgos poco favorables y promoviendo rasgos positivos, tanto como nosotros mismos hacemos al incluir o excluir individuos de nuestros grupos de amigos. Él tanteó la cuestión de aplicar esta teoria a la humanidad, lo que ocurre en dos niveles. Primero, la calidad de nuestra población está determinada por las acciones que nosotros recompensamos; cuando damos los mejores premios a aquellos que codiciosamente ganan la mayor cantidad de dinero, creamos una sociedad de parásitos furtivos y agresivos. Segundo, nuestra propia civilizacion es juzgada de acuerdo a su adecuación y cuando las riquezas fáciles, así como son ofrecidas por los recursos petroliferos, se desvanezcan, la competición eliminará a aquellas civilizaciones que no se puedan mantener por sí mismas. Una sociedad desunida llena de idiotas, sin importar lo grandiosos que sean sus guerreros, colapsará al ser atacada desde fuera por razón del caos interno al estar la gente asustada, gritando y corriendo, preocupada sólo de su muerte inminente, neutralizando cualquier intento de contraataque. Es por esto que todas las grandes civilizaciones mueren desde dentro. Algunos extienden esto a la raza, pero a mí me gustaría extenderlo mas allá: a inquietudes interplanetarias. Mientras que nuestra ciencia aún no ha encontrado indicios de vida alienígena, mirando la situación desde una perspectiva matemática podemos ver que no sólo es posible que otros planetas tengan vida, sino que es una casi una certeza. Las mismas fuerzas externas que presionan al desarrollo de múltiples especies competidoras en la Tierra se aplicarían al cosmos en general; mientras que las distancias son vastas y nosotros apenas podemos ver más allá de la parte frontal de nuestras casas, es muy plausible que otras especies se estén desarrollando en paralelo con la nuestra. Tal como hay "evaluaciones" basicas para cualquier especie en la Tierra, como la habilidad de encontrar alimento y pareja, y existen "pruebas" similares para las civilizaciones, como la habilidad de preservar su unidad tanto en la guerra como en la paz, existe una prueba para la humanidad y es si nos destruimos a nosotros mismos a través de la desunión antes de alcanzar las estrellas y si tenemos o no la calidad intelectual suficiente al hacerlo para mantenernos en la competencia que vendría. No he divisado ningún OVNI todavía ni creo necesariamente que ellos no hayan visitado, pero estoy seguro, considerando las matemáticas de la naturaleza y de las estrellas, que existen civilizaciones capaces de construir algo de ese tipo y que si madurasen y se organizasen mejor que nosotros, en el futuro la humanidad sería subyugada, sino eliminada. La Era Glacial. Es tal vez parte del orden natural que las cosas que se van a pique se coordinen entre ellas, creando algo más bien parecido a un desprendimiento que a una procesion secuencial de rocas bajando por una montaña (algunos dirían que los humanos piensan en las cosas como secuenciales porque los individuos son secuenciales: o uno es uno, o es otro, pero nunca dos tendrían los mismos pensamientos salvo en casos de amor trascendental). Tiene sentido; el fin del Kali-Yuga, o edad de Hierro, es aquella en que la humanidad se hace más poderosa de lo que debiera y pierde el control, consumiéndose a si misma a través del egoísmo. Simultáneamente, el clima alterado, coincidiendo con la variación natural de ciclos, se hace inhóspito y al estar la mayoria desorganizados y existiendo en un frenesí de envidia, odio y venganza los unos por los otros, estos perecen. Los pocos que sobreviven se movilizan hacia un lugar seguro, pero sumamente incómodo y porque ellos creen en la vida se aguantan durante milenios, siendo en el proceso conformados por la seleccion natural de un clima más hostil. Probablemente, aquellos que se quedaron atrás degeneran aún más hasta que no son más que cuasi-chimpancés, creando una anti-civilización que sobrevive meramente a través de la voluntad animal. El mito hiperbórico sugiere que algo así sucedió hace mucho tiempo atrás. Antes de nuestras modernas razas, religiones y países hubo una era de hielo y un grupo pequeño se desplazó hacia el norte para escapar del caos traido por las civilizaciones en colapso. Su lógica era simple: ya que el frío es de temer, nosotros vamos hacia el frío, de manera que los que de otra forma nos superarían con su mayoría numérica se queden atrás. Este grupo pequeño luchó al principio, pero eventualmente encontró maneras de prosperar, en parte porque la selección natural los hizo más inteligentes, altos, de musculatura más densa y nervios más rápidos. Sus ojos mejoraron y su digestión se optimizó para vivir con los resultados de tecnologias primitivas tales como animales domesticados y grano molido. Acumularon conocimientos, en parte para tomar ventaja de las cortas estaciones favorables y en parte para pasar el tiempo durante los largos inviernos. De todo esto surgió una raza de superhumanos que, sin la pretensión del miedo moralista o la distracción por riquezas, salieron del norte a medida que todo se descongelaba y esparcieron de esta manera su conocimiento y su genética por todo el mundo, creandose las razas actuales a partir de híbridos de hiperbóreos y aquellos que quedaron atrás. Una migracion hiperbórica futura es posible, porque si la humanidad se encuentra en una crisis, es improbable que todos nosotros muramos de una vez. Pequeños grupos podrían reconocer la realidad de la situación más que rápido que sus conciudadanos distraídos e ilusos y dejarán su riqueza y estatus social para sobrevivir en lo agreste. La enfermedad, hambre, guerra y conflicto interno que destruiría incluso a la más formidable civilización no alcanzaría a tal grupo, en parte porque ellos ocuparían tierras que no ofrecerían alguna promesa inmediata de recursos fáciles de obtener. Lejos del oro, el petróleo y las piedras preciosas, ellos forjarían una civilización basada en una voluntad de sobrevivir y de alcanzar las alturas. Muchas cosas los conformarán mediante la selección natural: la necesidad de adaptarse al frío y la falta de comida abundante; la necesidad de vivir cautelosa e inventivamente; la negación de la comodidad personal (aquellos que necesiten de ello para vivir perecerán); una visión espiritual de largo alcance basado en la negación de cosas tangibles en favor de metas intangibles a largo plazo; una necesidad de menos gente para llevarse bien más eficientemente y hacer el trabajo que de otra forma requeriría de muchos más. Sus sociedades estarán más esparcidas, serán menos sociables y más introspectivas y esta misma gente emergerá después de miles de años con coeficientes de inteligencia más altos y, lo más importante, con un mayor enfoque en sus personalidades y una espiritualidad cósmica inherente que acepte que la vida vale vivirse sin importar qué factores tangibles o a corto plazo contradigan eso. Este proceso selectivo y generador podría pasarle a un grupo de africanos, de judíos o de alemanes, pero esa no es una decisión moral por parte de la naturaleza: el orden cósmico es un proceso lelo, uno que trabaja a base de repeticion y no de consideración. Con el tiempo, a través de la selección natural, cualquier grupo que se las arregle para escapar será alterado hasta tener mayores capacidades, convirtiéndose en una versión más competente e inteligente de sí mismo por mucho hasta que, por último, se parezca a la raza hiperbórea original. Los mismos factores que seleccionaron a los hiperbóreos estarían aún en efecto y, tal como los humanos evolucionaron de mamíferos primitivos, estos factores de la selección natural refinarían a los negligentes humanos modernos hasta hacerlos superhumanos. Mientras menos capaz sea el grupo que inicie el proceso o mezclado sea su caracter genético, más tiempo esto tomará. En esta nueva raza, una aristocracia surgirá, porque seres sensatos y orientados a la sobrevivencia elegirán entre ellos a los que sean más capaces de liderazgo y seguirán su sabiduría a través de la lucha y los buenos tiempos por igual. Ellos llevarán consigo una espiritualidad uniforme, una voluntad singular y costumbres, apariencias personales y comportamientos aproximadamente similares, aunque dentro de sus mentes habrá una gran diversidad de percepción y carácter. Externamente...bueno, ellos no se sentirán fascinados por apariencias exteriores del ego, como la gente de esta época moderna. Ellos se enfocarán en las areas donde uno pueda realmente probar su singularidad, como en la personalidad, el aprendizaje y la superación de los miedos. ¿Quién podría negar que esta nueva raza sería superior a la humanidad moderna, incluso si somos muchos y poseemos lindas tecnologías y riquezas? Y sí, con el tiempo, ellos descubrirán la misma secuencia de inventos que nosotros o una que se relacione y desarrollarán la habilidad de alcanzar el cosmos a través del viaje interplanetario. Todo esto tomaría alrededor de cien mil años o más, pero así como cada error en nuestra vida nos cuesta tiempo, cada metedura de pata a nivel de civilización nos retrasa por un tiempo que no es largo en la escala de los procesos naturales, pero que para nosotros pobres mortales significa muchas generaciones. Ah, bueno - la próxima vez que alguien diga que la gente estúpida y los que abogan por las muchedumbres no hacen daño, ¡recuerda la idea de tus descendientes esperando dos mil generaciones para enmendar el daño que los rebaños causan! El chiste está en ti, por supuesto. Tal vez podrías abandonar algunos de tus hábitos egoístas y trabajar con otros hacia una selección natural orientada a los seres humanos y un proceso de liderazgo que enmiende este gran error antes de que ocurra, pero tal vez ya es demasiado tarde. Ve mejor lo que hay en la TV. Cuando mires hacia el nuevo año, piensa en todo lo innecesario que puedes dejar de lado y en todas las cosas que puedes hacer para trabajar en pos de un futuro en el que una reducción de la población humana vaya de acuerdo a una meta a largo plazo de mejores humanos y un futuro menos egoísta. Podemos hacerlo si lo preferimos, antes de que la naturaleza juzgue simplemente exterminarnos a la mayoría de nosotros y renovar el proceso de selección natural. Si lo hacemos, reclamaremos y reanudaremos todo lo que fue maravilloso entre nuestras gentes y civilizaciones. Celtic Frost y Metallica. He llegado a desconfiar de la gente que lee de sólo una categoría o género de libro, porque eso deja en claro que, cualquiera sea el género, están leyendo para entretenerse en algo. Han hallado algo que les gusta y desean repetirse la experiencia. Por supuesto, esto no es tan así cuando la persona en cuestión lee sólo literatura, o sólo filosofía, pero aún así, esos hábitos pueden volverse autogratificantes también. Existe una diferencia entre entretenimiento y arte o aprendizaje; esto último te traería algo del mundo, mientras que lo anterior vestiría los mismos hábitos e ideas como algo "novedoso" o superficialmente nuevo, de manera de que te puedas entretener, evitando la realidad. Mientras que no hay nada de malo en alguna evasión de la realidad, aquellos que necesitan de "entretenimiento" son pequeños agujeros negros de voluntad que no pueden generar su propio camino en la vida y, por tanto, gustan de distraerse. Leyendo el libro "Are You Morbid? Inside the Pandemonium of Celtic Frost" (Sanctuary Publishing, 2000, London, 339 páginas) de Thomas Gabriel Fischer, quedé impactado por la manera cómo la historia de la humanidad es representada en forma microcósmica a través de la música metal. En el proceso de crear una banda de metal, los mismos límites de la lógica que enfrenta un organismo existen: debe encontrar sustento, defenderse de depredadadores y procrear (al maligno). Mucho como una civilización enfrenta un panorama incierto y la posibilidad de ser abrumado, una banda de metal es también como una sociedad en pequeño: cuatro o cinco tipos que trabajan juntos, no en completar una tarea definida, sino en manar inspiración y sentimiento en un trabajo musical, de manera que alcance sus propios estándares. El libro de Fischer detalla sus estrategias y experiencias en en su transición de adolescente despistado a músico de metal de fama mundial. Primero, algo en el libro mismo: de acuerdo a Fischer, un editor norteamericano ayudó, lo que sugiere que este libro requería de un presupuesto mayor, ya que hay presente mucha jerga como "kicks butt" (patear traseros) y "to the max" (al máximo), seguidos por usos repetidos de frases y, de repente, pasajes divagantes cuando sumarios podrían haber sido suficientes. El libro podría fácilmente prescindir de unas cien páginas para hacer espacio para más historias y notas al pie, en las cuales algunos de los detalles más jugosos y reveladores se encuentran codificados. Donde el libro tiene éxito es en relatar la información en bruto a través de la perspectiva de metaleros que evitaron los excesos de las drogas y (mayormente) del alcohol, así que lo que tenemos al final es una narrativa clara que es, afortunadamente, demasiado sabia como para tratar de explicárnoslo todo. A pesar de algunas maniobras editoriales de parte de Fischer lo que obtenemos es, en su mayor parte, una narrativa factual que no se encuentra atada toda junta, excepto por los niveles realistas de la historia. No hay metáfora, ni religion, ni teoría. Aunque el libro es apologético, en el sentido de que Fischer se lamenta demasiado de sus errores y trata de explicar fracasos pasados, es formidable en lo que es conocimiento por esa misma tendencia apologética, ya que Fischer evita celebrar el pasado sin reservaciones y reconoce el proceso paulatino que fue el decaer de Celtic Frost, desde su primer material trascendental hasta la pila excremental conocida como "Cold Lake" y usa la culminación de ese descenso para explicar su salida: cuando la inspiracion y la habilidad para crear grandes trabajos se fue, Fischer perdió interés en lo que de otra manera era un proceso brutal y exhaustivo que recompensaba a cretinos por encima de genios. Cuando la inspiración aún estaba ahí él no tenía problemas para sufrir los rigores de la vida de un músico de metal, pero tan pronto como esa meta trascendental departió, él se encontró sin voluntad para continuar. La sección del libro que explica esta decisión es astutamente sincera. Fischer detalla los errores cometidos por él y por otros miembros de la banda y hace repetidas referencias a la industria y a los fans, pero todo esto sería mejor expresado si se segregaran los tópicos una vez llegada la conclusión de la narrativa, aún si esto repitiera el camino descrito por el resto del libro. Es casi excesivo intercalar análisis de la industria con la historia misma de la banda, porque esto no es mencionado de manera tan frecuente como para calificar como tópico; es como un punto aparte interrumpido por una historia. El libro podría mejorarse si se truncaran algunas de estas historias menos relevantes, enfocándose mas en el tipo de anécdotas revelatorias en lo que Fischer obviamente sobresale (y que impelen la primera parte del libro). Podría ser beneficioso por sobre todo lo demás tener más de sus lúcidos análisis acerca de qué es lo que los fans recompensan con su dinero y, además, la mecánica de la popularidad en un sistema relativamente cerrado, tal como es el del heavy metal. Esto nos lleva al logro cúlmine del libro, que es esencialmente la introspección de Fischer con respecto a su comportamiento y cómo esto se traduce a la música, tanto exitosamente como...bueno, si el lector ha escuchado "Cold Lake", este sabe ya cuáles son los agonizantes sonidos de Celtic Frost fracasando. Leyendo con cuidado, uno puede encontrar una lista corta de cómo Tom G. Warrior cree que las bandas tienen éxito:
1. Práctica diaria: trabajo duro y familiaridad con el material es la llave al éxito. Es en este análisis final que, a través de las sombras melancólicas de la nostalgia y la retrospectiva, Fischer nos revela algo así como un Manifiesto Espiritual de Celtic Frost: la experiencia misma debe valer la pena, porque las recompensas materiales pasan demasiado rápido y son insignificantes para una mente enfocada hacia conceptos o consciencias más amplias. En estos momentos de la discusión él deja de ser un músico ya lejos de sus mejores años para convertirse en una impresionante figura neo-filosófica que nos revela, a través de la experiencia de una banda de heavy metal tomada como metáfora, un mordaz análisis de la época moderna. Nos hemos concentrado más en lo tangible y olvidado lo que sale de la experiencia y, por tanto, tendemos hacia el lujo y la distracción y la falta de trabajo duro, como si nos hubiéramos enfocado más en nosotros mismos que en lo que podemos compartir con el mundo o en el arte de vivir. Él no es el único que tuvo que pasar por este proceso, aunque puede haber aprendido mucho más que Metallica, que parecen estar inundados en las mismas corrientes, pero sin la luminosidad interna de Fischer que los inspire a siquiera mirar hacia atrás y extraer algún sentido de toda esa locura. Metallica comenzó como una banda hambrienta y ambiciosa cuya meta al principio era hacer el mejor metal que pudiesen concebir, pero, con el tiempo, se convirtieron en naufragios vivientes, hinchados y representantes de los excesos de Hollywood, que viven en el lujo y que tratan de falsificar la ira y las ansias de vida que sintieron hace ya tiempo y que expresaron exitosamente en un eje de álbumes fundamentales. Tanto como Celtic Frost hicieron en "Cold Lake", después de "...And Justice for All" Metallica usaron su arte como un medio para el fin de la popularidad y, por tanto, de la riqueza. Difieren de Fischer en que ellos son de California y, por consiguiente, poseen una habilidad innata para manipular sus propias imágenes públicas, teniendo un éxito muy superior que el de Fischer cuando este se alejó, aunque él será recordado con mayor afecto en su funeral. Los músicos perturbados, después de perder su ímpetu, nunca recuperan el impulso que les permitió ser grandes en años posteriores y, a pesar de vivir en mayor lujo, sienten como si una parte de su alma les faltara. Están en lo cierto. Lo que alguna vez fue un proceso inspirado, una vertiente pura del espíritu de vida en forma artística, ha pasado a ser un trabajo como cualquier otro: una tarea que debe completarse para fines tangibles. Fracasos personales reprimidos por mucho tiempo salen a la luz por la popularidad y la persecución de un estilo de vida para actuar en base a estos fracasos crea mayor hipocresía. Ellos terminan por cansarse, no en el sentido físico/corporal, sino en un sentido metafísico. Muchos inmediatamente culpan de esto al proceso de envejecimiento, pero Fischer es todavía muy inteligente y claramente lleno de vida; lo que él indica diestramente en las páginas de "Are you Morbid?" es que no es la juventud, sino el espíritu, lo que determina la calidad de un trabajo: el cuerpo se pudrirá, pero la mente puede continuar si está unificada en la creencia de la "tarea en sí misma" o en hacer arte por ningún otro prpósito que por el de crear una mayor experiencia artística. Esto es tautológico, pero hacer metal por cualquier otro propósito que por el de hacer grandiosa música metal resulta en un músico frustrado y Fischer también indica que podemos aplicar este conocimiento en otras areas de nuestras vidas. Esto de mirar a la experiencia como una "cosa en sí misma" que puede separarse de los mecanismos ocupados para imponerlos en el mundo y por medio de los cuales se recibe una recompensa recuerda a una extraña escena de la breve obra teatral de V. P. Rozan, "El Derecho de Epiphanus":
Marcusian: No digas eso - es vil. La rebelión es la misma acción que la que esta adjudica a la opresión. Lo que debe hallarse es la prueba en la acción, simplemente creando un mejor ejemplo de lo que la existencia puede ser a través de la experiencia y, a través de esta, realizar una experiencia positiva y trascendental. Celtic Frost pueden haber sido moribundos, violentos y agresivos, pero transmitieron un sentido de poderío en el vivir a través del cual uno superaba a la muerte al darle un contexto y después invirtiéndola para ocuparla como uno de los colores en la paleta de un artista, afirmándola como un lugar necesario en la vida, un paso para alcanzar otros lugares. No se puede luchar contra las cosas que apestan en la vida como lo hacen las bandas políticas, sino que uno debe crear mejores prototipos de existencia (experiencia), arte que llegue a lo más alto y ennoblezca, sin importar el tema que toque. Esto es lo que nosotros aprendemos de Thomas Gabriel Fischer y, en contraste, del continuo y deprimente fracaso artístico inversamente relacionado con el vasto éxito comercial de Metallica. La evolución, tanto de individuos como de civilizaciones o de especies, es un proceso similar. Uno no puede basarla en la rebelión en contra de ciertos temas o hechos, sino que sólo se puede tener éxito alcanzando alturas mayores, aunque esta intención se exprese en términos no muy articulados, como "eso patearía traseros"; lo que hace a la vida más intensa y mejor organizada es la meta y eso nos lleva a una mayor experiencia, incluso si mucha gente prefiere simplemente ser sólo entretenida (tal como muchos prefieren ver television a hacer algo de importancia o, incluso, cualquier cosa). La mayoría de la gente comprenderán sólo lo tangible y verán a la vida como un medio para un fin tangible, pero como aprendemos de los músicos de metal, la vida es intangible y sólo puede usarse como un fin en sí mismo. ¿Tautológico? Los antiguos conocían este argumento y lo expresaron como "eimi", o "soy lo que soy". La meta de la existencia es ella misma; la meta de cualquier ser o civilización o especie es su propia sobrevivencia. Cuando miremos a la humanidad en el presente y también en su futuro, es importante recordar que hemos perdido de vista esta verdad y estamos de a poco recuperándola, pero no podemos hacerlo solamente mediante sanciones y tampoco podemos hacerlo basándonos en el principio autoreferente de utilizar la experiencia como una manera de hacer que nuestra imagen pública brille más. Debemos redescubrir lo que nos inspira y ocupar esta experiencia trascendental como un medio para motivarnos hacia la creación de formas más intensas de existencia, incluyendo el éxito evolucionario a nivel personal y planetario. Sólo en esto hemos de encontrar un orden mayor que el limitado al individuo y algo que persistirá despues de nuestros funerales. (November 17, 2008) Our gratitude to "Trauco" for this translation. |