Home Más Allá del Racismo: La Raza es Importante, el Racismo No

En una sociedad igualitaria, no hay mayor tabú que el de la desigualdad, y la peor forma de quebrar ese tabú es afirmar que las razas no son iguales. En este artículo, mostraré mediante referencia a algunas fuentes que las razas no son iguales, pero que la cuestión de la raza se encuentra más allá de la escala lineal de “inferior” y “superior”. Si se ve capaz de soportar lo ofensivo, y reconoce que la civilización actual está muriendo porque vive en negación de la realidad, siga leyendo.

Todos hemos evolucionado de forma diferente, incluso las distintas tribus y naciones de Europa. Cada uno de nosotros es una historia de rasgos, rasgos mentales incluidos, perfilados por nuestra cultura. En cualquier cultura, aquellos cuyas tendencias innatas se corresponden con los valores de esta tienen éxito; aquellos que carecen de esta correspondencia tienen menos probabilidades de realizarse con éxito. Con el tiempo, esto da lugar a un sistema compartido de valores culturales, que a su vez engendra un consenso filosófico y político; esta es la base de toda gran civilización que ha existido alguna vez (aunque la mayoría están en decadencia actualmente, y la mezcla de razas es un síntoma de este declive). Sin consenso, no hay acuerdo para progresar y mejorar, por lo que las civilizaciones decaen, estancándose en una imitación descafeinada del proceso, como pueda ser el “darwinismo social”, mediante el cual se establece que los que más dinero ganan – no los que mejor trabajan en una tarea determinada, sino los que más dinero ganan en dicha tarea, independientemente de lo bien que esté realizada – son los más apreciados por la sociedad. Esto es claramente decadente, los productos malos son los que más dinero generan (Macintosh, los coches americanos, la comida basura, la comida rápida, la heroína barata), y con este modo de pensar termina la voluntad de una sociedad de mejorarse a sí misma, reemplazada por el deseo de vivir confortablemente durante la decadencia – pura comodidad.

Porque hemos evolucionado de forma diferente, no sólo la mezcla de razas es una locura, sino que también lo es la mezcla de castas: si se mezcla una familia de líderes con una de carpinteros, se obtendrá un líder en el papel de un carpintero, o un carpintero en el papel de un líder, pero de las dos formas, las tendencias de este individuo estarán divididas entre su presunta tarea y sus auténticas inclinaciones. En mi sociedad, las castas tienen el mismo valor, pero sus especializaciones se mantienen. Las aptitudes necesarias para ser un carpintero son distintas de las que se necesitan para ser un líder, y un líder suele ser un pésimo carpintero, pero ambas tareas son necesarias para la civilización. Casta por lo tanto, y no clase. Las clases clasifican linealmente según la riqueza, las castas no clasifican, sino que ayudan a especializarse conforme a las distintas tareas y aseguran que cada uno tenga garantizado un lugar respetable, honorable y necesario, a menos que por supuesto uno sea extremadamente incompetente o torpe. ¿Ayudaría eso?

Quiero a mis amigos afroamericanos además de a mis amigos “blancos” (en realidad: distintas tribus indoeuropeas, incluyendo a los indios, para quienes “blanco” es una categoría general destruida). Los aprecio individualmente y les tengo el mayor respeto, lo que quiere decir que no espero que sean como yo, ni que encajen en una sociedad indoeuropea. Es posible argumentar que los afroamericanos son más propensos a cometer crímenes violentos, o que es menos probable que los afroamericanos se labren un prestigio social, que hay diferencias de inteligencia entre las razas, o incluso que los afroamericanos se quedan atrás en cuanto a inteligencia, o que son producto de un proceso evolutivo distinto que ha valorado formas diferentes de inteligencia, pero eso no cambia mi amor por un amigo, o por mí mismo: pienso que debería serme posible vivir en una sociedad indoeuropea de mi tribu étnico-cultural, rodeado nada más que por indoeuropeos, e ir a visitar a mis amigos afroamericanos en su propia sociedad los fines de semana, y exiliar a los que mezclan las razas en cualquiera de las dos sociedades a Oriente Próximo, que es donde la mezcla de razas ha tenido tradicionalmente el mayor número de partidarios.

Resumiendo, en mi opinión el problema de las razas “inferiores” o “superiores” es una cuestión que solamente debatirían los imbéciles, y no me interesa lo más mínimo. Las razas son diferentes, y prefieren distintos tipos de sociedades étnico-culturales; esto está claro objetivamente, pero “subjetivamente”, prefiero una sociedad de mi propia estirpe, con valores étnico-culturales compartidos, y no me parece que esto resulte insultante para los afroamericanos o para cualquier otro grupo étnico. En realidad es lo contrario: el máximo respeto que puedo otorgar a cualquier grupo es insistir en que estén separados y se les permita ocuparse de sus asuntos a su manera, pues opinar de otra forma es suponer que mi modo es mejor, y por tanto, es imponerlo sobre ellos como una “mejora” a lo que son. Eso es racismo burdo, no importa cuánto lo disfracemos de liberalismo judeocristiano. El racismo me parece inútil, pero creo en la eugenesia, porque es uno de los cimientos de una sociedad que está siempre avanzando hacia metas más elevadas.

La herencia es más importante que los valores inculcados, pero esto no sólo se aplica a las razas, sino a las tribus, castas, grupos locales, y a los individuos. El problema que tengo con los racistas es que piensan que todos los individuos son iguales, presuponiendo que tienen origen en un cierto grupo racial común: a mis ojos esto es una insensatez. No todos los “blancos” son personas a las que dejaría vivir; en realidad, a estas alturas de la historia, la mayoría de los “blancos” merecen morir, porque son productos inútiles, descerebrados y apocados de existencia industrial que no tienen nada que aportar. Merecen mi desprecio más absoluto, porque en mi tribu, donde hay consenso étnico-cultural, esta gente es inferior, simplemente porque dan asco. No son muy inteligentes, no tienen buen carácter, y les falta incentivo para hacer cualquier cosa que no sea desempeñar trabajos de holgazán y dar órdenes a los demás conforme a reglas escritas en hojas de papel. ¡Que les corten la cabeza!, y matemos a sus hijos también: nada bueno puede venir de semejante semilla. ¡Qué demonios!, hay siete mil millones de personas en la tierra, y todos salvo algunos millones no son más que acólitos inútiles. Menos gente significa más bosque, más peces, más ecosistema y más animales, ¿a qué estamos esperando?

La eugenesia es muy real. O se establece un consenso étnico-cultural y se depura cada generación en pos de una versión mejor que la actual, produciendo gente más inteligente-noble-sana, o el proceso se queda estancado, y puesto que el tiempo sigue adelante, se involuciona, y se está cada vez menos adaptado a los cambios del medio ambiente, que fluctúan en ciclos con objeto de alentar la evolución. Yo prefiero la perspectiva heroica, que consiste en asumir que el individuo no es un mundo en sí mismo, sino una pequeña pieza del todo, y en poner por ello las pretensiones individuales y la seguridad en segundo plano frente a la necesidad de una sociedad sana y evolucionando para mejor. La eugenesia es muy real. No es la única cuestión, pero es una herramienta necesaria de la sociedad que alcanza la unidad étnico-cultural. Y en última instancia, todo el mundo se beneficia, pues los niños que hayan nacido en el futuro serán más inteligentes, más sanos y de mejor carácter, por lo que se enfrentarán en menor medida a la baja autoestima que los abotargados productos de casta mixta, raza mixta y realización de bajo rendimiento. Plantéelo de esta forma, ¿qué preferiría, condenar a las generaciones venideras a la insuficiencia, o asegurar que esos niños estén bien criados y sean felices? Yo prefiero lo último, y no soy el único, pero entre quienes temen su propio fracaso mucho más de lo que aspiran a cumplir el destino de su vida, existe una opinión predominante: toda genética vale, todos los individuos valen, pero por favor, ¡no hagáis nada que pueda ponernos a alguno de nosotros en evidencia! – esta es la vía del cobarde, y de la muchedumbre mediocre, y para una persona en desarrollo no tiene utilidad alguna.

Esto es sólo una muestra de los esquemas que hacen que la vida tenga sentido. En nuestra época, la gente se acobarda por miedo a muchas cosas, y como resultado, ha establecido una sociedad basada en la comodidad bajo el pretexto de evitar el sufrimiento y hacer que todo el mundo sea “igual”. Esa es la apariencia de puertas para afuera, pero en esencia, la auténtica motivación es el utilitarismo: por miedo a descubrir nuestra auténtica valía, dejamos que sea la muchedumbre quien juzgue. El precio de este pacto con el diablo es que jamás podremos volver a emprender una dirección, menos aún una dirección más elevada, porque esto “ofenderá” a alguien o le hará sentirse inferior. El efecto es manifiesto: ¿dónde está el Beethoven de esta era?, ¿el Nietzsche?, ¿el Miguel Ángel?, ¿el César? No tenemos más que líderes cobardes y lloricas, y “artistas” y “filósofos” que escriben sobre las modas para ganar dinero y comprarse una casa en las afueras. Los signos de la decadencia saltan a la vista, y aunque la raza no es la causa, sí es un síntoma, y uno que se puede arreglar. Más aún, es importante darse cuenta de que la separación racial no es un fin en sí mismo, sino parte de un programa general de desarrollo que incluye la división por tribu y casta, y finalmente, la eugenesia aplicada a los propios individuos.

Dividir por tribus permite que cada tribu haga las cosas a su manera, es el único modo de lograr el consenso necesario para cualquier tipo de sociedad que progresa permanentemente. Es este, y no cualquier creencia alimentadora del ego de ser “superior” o “inferior” por pertenecer a un grupo, el motivo para la separación de las razas – que no el antagonismo entre ellas. Seguiré preocupándome por mis amigos gays, afroamericanos, hispanos, asiáticos y judíos, pero también en primer lugar de mí mismo y de mi gente, que necesita la separación para sobrevivir. No deje que los racistas burdos le confundan – se puede preferir al propio pueblo al que uno pertenece sin caer en el odio, la intolerancia y otras formas de exaltación masturbatoria de la propia imagen.

Our gratitude to "das Eremit" for this translation.


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